

The Seamstress
Season 1 Episode 2 | 1h 16m 56sVideo has Closed Captions
Ana and Alberto learn Don Rafael has died. Alberto must share his inheritance.
Ana and Alberto learn Don Rafael has died. Now the managing director of Velvet, Alberto must share his inheritance with Dona Gloria and Patricia.
Problems playing video? | Closed Captioning Feedback
Problems playing video? | Closed Captioning Feedback

The Seamstress
Season 1 Episode 2 | 1h 16m 56sVideo has Closed Captions
Ana and Alberto learn Don Rafael has died. Now the managing director of Velvet, Alberto must share his inheritance with Dona Gloria and Patricia.
Problems playing video? | Closed Captioning Feedback
How to Watch Velvet
Velvet is available to stream on pbs.org and the free PBS App, available on iPhone, Apple TV, Android TV, Android smartphones, Amazon Fire TV, Amazon Fire Tablet, Roku, Samsung Smart TV, and Vizio.
Providing Support for PBS.org
Learn Moreabout PBS online sponsorship-Hay veces en la vida en que uno no puede elegir.
Es el hermano de tu madre, tu única familia, y es un buen hombre, ya verás.
-¿Quién es esa jovencita?
-Es mi sobrina, está aquí porque su madre ha fallecido esta semana, y había pensado si puede quedarse a vivir conmigo.
-¿Quién es?
-El señorito Alberto, el hijo de don Rafael.
-Todos los buenos modistas son franceses, trabajan en París.
-Así vamos a tener que irnos a vivir a París.
-Eso parece.
-Las cosas no son tan sencillas, hay barreras que no se deben saltar y mundos que no se deben mezclar.
-Me da igual quien sea.
-Mañana mismo te vas a Londres.
-¡Ana!
-Ana, que llegamos tarde otra vez.
-Ya voy.
-¿Por qué no me dijo que llegaba hoy?
-Porque cuanto más lejos estuviese, mejor sería para todos.
-¿Tú qué esperabas, Alberto?
¿Que te recibiera con una sonrisa?
-Que te alegrase de verme.
-Siete años esperando por ti, por una carta, por una llamada, por algo.
-Te escribí todos los meses, te lo juro.
-Que mi padre o tu tío no te quisiera dar las cartas eso es otra cosa, pero te juro que te escribí, Ana.
-Estudiar fuera te ha sentado muy bien.
-A ti Madrid te ha sentado muy bien también.
-Sí.
Sí, soy yo, dígame.
Tenía la revisión y el médico dice que se ha puesto peor.
Si encima yo que no puedo ni estar con él.
-Pero estás aquí por él.
-¿Y estas telas?
-Del taller.
-¿Pero tú estás loca?
Que doña Blanca sabe perfectamente los metros que tiene.
-Son telas de la temporada pasada, no tienen por qué enterarse, no las vamos a usar.
-¿Luisa?
-Doña Blanca, ha llegado un telegrama para usted.
-¿Estás bien, Blanca?
-No sé cómo me ha encontrado.
-Tendrás que pasar por encima de mi cadáver si quieres quedarte con las galerías Belvedere.
-Yo te he ofrecido mi ayuda, allá tú si no quieres aceptarla, pero tú decides, vender tus galerías o que desaparezcan.
-Esta temporada la competencia está siendo especialmente dura.
-Ya lo sé, ya lo sé padre, por eso creo que es importante hacer algo que sea distinto, algo que sea nuevo.
-A la gente joven no le gustan sus vestidos.
-A ti no te gustan.
-Nuestras clientas... -¡Mis clientas!
¡Son mis sus clientas!
-¡Sus clientas se mueren!
-¡Llevo 30 años!
¿Vas a venir tú a decirme lo que les gusta a mis clientas?
-Usted no me quiere en esta empresa, padre.
Y yo tampoco me quiero quedar aquí.
-Vente conmigo a Londres, Ana.
-Estás loco.
-Lo que estoy es cansado de hacer lo que se supone que tengo que hacer y no lo que quiero hacer.
-Interrumpimos la programación para informarles de un terrible acontecimiento del que acabamos de tener noticia.
-Don Rafael Márquez, dueño de las galerías Velvet, ha sido hallado muerto esta misma noche.
[♪ música animada] [♪ música calma] -¿Cuánto queda?
-Que pesados.
[♪ música calma] -¡Ayuda!
¡Ayuda, por favor!
¡Ayuda!
[♪ música calma] - Familiares de Ana Rivera.
-¡Yo!
-Tiene un golpe bastante fuerte en la cabeza y es imposible determinar el alcance de la lesión hasta que no recupere la conciencia.
Por ahora lo único que podemos hacer es esperar.
[♪ música triste] -Subí a buscarle y me encontré la ventana abierta.
-¿Quién hizo la llamada?
-Don Emilio.
-¿Y no encontraron ninguna nota ni nada significativo?
-No, nada.
Bueno, ahora se han terminado, y me disculpan.
Tengo muchísimas cosas de que ocuparme.
-Claro.
Si tenemos alguna pregunta más, la avisaremos.
-Está bien.
Han sido muchos años juntos, ¿verdad, Emilio?
¿Cuántos?
¿Veinticinco?
Con don Rafael, treinta.
-Ajá.
Sí, probablemente sea usted quien mejor conoce a nuestra familia, ¿verdad?
Sé que mi marido ha cometido errores.
-No se preocupe, señora.
Por mi parte, todo lo que concierne a don Rafael ha quedado siempre entre él y yo.
Y así seguirá siendo.
-Gracias.
Hay ciertas cosas que es mejor que no salgan a la luz.
[♪ música calma] -Pues tres coches de policía he visto pasar.
Y no vi más porque nos encerraron aquí.
-Pobre don Rafael, es justo cuando había ido a todo tapir en el desfile.
-Y encima hoy había llegado su hijo.
Bueno, doña Gloria está buscando a don Alberto como una loca y no da con él.
-Estará con alguna pilingui.
-¡Clara!
-¿Qué?
Es la verdad, es guapo, es rico, pues ¿qué va a hacer?
Aprovecharlo.
Lo que no entiendo es que no nos hayan dicho nada todavía.
Y eso que ha salido por la radio y todo.
-¿No queríais la noticia oficial?
-Supongo que ya se habrán enterado de la terrible noticia.
Don Rafael Márquez, fundador y dueño de esta casa, ha fallecido esta madrugada.
-Hagan el favor, un poco de respeto.
-Es un momento muy difícil para todos, especialmente para su familia.
Así espero de ustedes ejemplo de discreción y de lealtad.
-Don Emilio, ¿qué va a pasar ahora con las galerías?
-Nosotros estamos de luto, nuestros clientes no.
Las galerías abrirán, como todos los días desde hace 30 años.
Como lo hubiese querido... Don Rafael.
¿Vamos?
¿A qué esperan?
Hay muchos pedidos que atender.
-Los pedidos tendrán que ir más lentos.
Tengo una costurera menos.
Y dígale a su sobrina que si no está en su puesto de trabajo dentro de cinco minutos, serán dos.
Las normas son iguales para todos.
Y ahora ya no está don Rafael para cubrirles las espaldas.
-A mí me basta mi trabajo para cubrirme las espaldas, espero que el suyo pueda decir lo mismo de usted.
-Hable con su sobrina si es que sabe dónde está.
-¡Don Emilio!
Necesito hablar con usted.
-¿Dónde está Ana?
-De eso quería hablarle.
Ana se ha ido con don Alberto.
Me pidió que no dijese nada, pero yo le juro que no sé a dónde se marcharon.
Vino corriendo, metió cuatro cosas a la maleta y se fue.
Pero dejó esta carta para usted.
[♪ música de suspenso] -"Querido tío, siento mucho si le he causado algún daño.
No era mi intención.
Pero Alberto y yo también nos merecemos una oportunidad y sé que aquí no podríamos tenerla nunca.
No se enfade.
Alégrese por mí porque no he hecho más que lo que usted me ha enseñado: Luchar por lo que quiero.
"Cuando lea esto ya estaré muy lejos, pero me acordaré mucho de usted y le llamaré cuando estemos instalados en algún sitio.
Su sobrina que le quiere, Ana".
-Don Emilio.
-Dígame, Pedro.
-Tienen una llamada.
Dicen que es urgente.
[♪ música calma] -Perdóneme.
Perdón, le pregunto por una paciente.
Ana Rivera.
-¿Es familiar?
-Soy su tío.
-Espere un segundo.
-Gracias.
[♪ música calma] -No me puedes hacer esto ahora, Ana, por favor, tienes que abrir los ojos.
[♪ música calma] Ana, quiero tener hijos contigo.
Quiero... casarme contigo y verte la cara por las mañanas, Ana, por favor.
Quiero ver cómo juegas con nuestros hijos en la piscina, por favor, Ana.
Tienes que abrir los ojos, no me puedes hacer esto ahora.
Tenemos que ir a París juntos, Ana.
Tienes que trabajar para todos los diseñadores estos que tanto te gustan a ti.
¿Cómo se llamaste que tanto te gustan?
Phillipe Ray.
[♪ música calma] ¡Doctor!
[♪ música calma] -¿Y de qué hospital era?
-No lo dijeron, pero don Emilio se marchó corriendo.
-No digas nada de esto, ¿vale?
A nadie.
-A ver, ahorita, Ana ha tenido un accidente.
-¡Pedro!
¡Cállate ya, por favor!
¡Luisa!
¡Luisa, abre!
-Luisa no está.
-¿Y dónde se ha metido?
-¿Busca a alguien?
-¿Y Luisa?
¿No le habrá pasado algo a su marido?
-Eso es algo que no me preocupa.
Está en la calle, el lugar que le corresponde a las ladronas.
Le ha despedido.
Y no crea que no sé que usted y la señorita Rivera sabían en qué estaba metida.
Tiene suerte de que no tenga pruebas o también estarían recogiendo sus cosas.
-¿Y no ha dicho adónde iba?
¿No ha dejado ninguna dirección?
-No, pero seguramente podrá encontrarla en cualquier esquina.
No creo que valga para mucho más.
Y ahora vuelva al taller.
Tiene su trabajo más el de sus dos compañeras.
A no ser que pueda ayudarme a hablar con Ana.
Eso creía.
[♪ música calma] Pensaba que la perdía a ella también.
-Al menos usted sabía dónde estaba.
-¿Cómo está, doctor?
-Bien, estable.
No parece que haya daños neuronales.
Ha tenido suerte.
Pero bueno, necesitará unos días de reposo.
-Gracias.
Yo me encargo de ella.
Usted ya ha hecho bastante.
Vuélvase a su casa.
-No me voy a ir, Emilio.
-¿Es que no se ha enterado de que su padre se ha muerto, eh?
Su familia le necesita.
[♪ música calma] -Llevamos más de seis horas buscándote.
-¿Dónde estabas?
-He tenido un accidente.
Estaba en el hospital con Ana.
-¿Con esa?
-Sí, con esa.
-No me lo puedo creer.
-Esto no es momento de discutir, Gloria, por favor.
¿Dónde está mi padre?
[♪ música triste] -Abra la caja.
-Don Alberto, su madre ha pedido específicamente que se mantenga así.
[♪ música triste] -Lo lamento muchísimo, Gloria.
-Estoy segura de ello, Pilar.
-Sé que Rafael y yo no nos hemos llevado bien en los últimos tiempos, pero era mi hermano.
-Un hermano al que pretendiste hundir.
-Podéis contar conmigo para lo que queráis.
No lo olvidéis.
Sé que las galerías están pasando por un momento delicado.
-Te lo agradezco, Pilar, y ahora sí no te importa... -Tampoco va a dejar que me despida de mi padre?
¿Por qué no deja que abran la caja?
-Por tu bien.
-Mi padre ya no está aquí, no tiene que seguir fingiendo que se preocupa por mí.
-No está en condiciones para... Escúchame.
-Váyase de aquí, por favor.
-Tu padre se cayó desde la ventana del despacho.
Eso es imposible.
En esa ventana hay una barandilla y nadie se cae de allá, a no ser que le tiren.
-Tu padre se ha suicidado.
-¡Mi padre no se ha suicidado!
¿Ha dejado una carta?
¿Ha dejado algo?
-No.
¿Pero tú por qué crees que tenía tanta prisa en que te incorporaras al negocio, en que encontraras una mujer con posibles?
-¿Por qué no me lo dijo?
-Pues supongo, Alberto, que él esperaba encontrar tu apoyo sin necesidad de humillarse delante de ti.
[♪ música triste] Pero, desgraciadamente, no fue así.
[♪ música triste] -Discutí con él.
Antes de marcharme con Ana, discutí con mi padre.
-Alberto... -Le dije que estaba llevando mal el negocio, que sus clientas se mueren.
Y en lugar de ayudar, recogí el coche en mitad de la noche y me marché con Ana.
-No sabías que tenía problemas.
-Me tenía que haber dado cuenta, es mi padre, Mateo.
-Alberto, no es tu culpa.
-Sí que lo es, y ahora me quiero morir.
[♪ música triste] -¿Qué hace ahí?
Me ha dado un buen susto.
-Buscaba un pedido que la señora De Villanueva le dejó a don Rafael de su puño y letra.
-¡Luisa, ven!
[♪ música divertida] -¿Rita?
-¿Sí, doña Blanca?
-¡Chist!
¿Crees que son horas de andar corriendo por los pasillos?
-Lo siento, doña Blanca.
Había olvidado la bata abajo y tenía que... -Hace una hora que deberían estar las luces apagadas.
Entre en su cuarto inmediatamente si no quiere que la meta yo misma.
-Sí, señora.
-Rita, perdona que te haya metido en este embrollo, no sabía qué hacer.
-¿Qué embrollo ni qué embrollo?
¡Ua!
-Pues, hombre, que nos pilla Doña Blanca y estás en la calle conmigo.
-Bueno, por eso no te preocupes.
Ahora lo que tienes que hacer es cansar al calorcito.
Venga, a la cama.
-Te prometo que me voy antes de que se levante nadie.
Gracias.
-Todo va a solucionarse, ya lo verás.
-La comitiva saldrá de la casa familiar mañana a las 8:00 de la mañana.
Y el sepelio tendrá lugar mañana a las 9:00 en el cementerio de la Almudena en Madrid.
Será oficiado por el obispo de Madrid, su excelencia, monseñor Leopoldo Eijo y Garay.
Al entierro acudirán las más altas personalidades del gobierno, así como miembros destacados de la nobleza... -Señorita Rivera, tiene una llamada.
-Gracias.
-...ha querido destacar la gran labor realizada por su padre a lo largo de tantos años.
-No te levantes.
-...todas las muestras de condolencia que la familia ha recibido.
-Lo siento si te he hecho levantar, es que he necesitado hablar contigo.
-No te preocupes, ha ido mi tío por el teléfono, me lo ha traído a la habitación.
No sabía que había cables tan largos.
-¿Cómo estás?
-Bien.
¿Tú?
-Bien.
Ojalá pudiera volver a través y cambiar todo lo que le dije.
-¿Dónde estás?
-En casa.
-Me encantaría estar ahí contigo, Alberto.
-Lo sé, lo sé.
Pero tú tienes que descansar.
Y yo estoy bien, te lo prometo.
-No, no estás bien.
-Estoy bien, estoy bien.
Solo necesito descansar un poco.
Eso es todo.
Mañana, cuando termine el entierro, voy a buscarte, ¿vale?
Si tu tío me deja entrar.
Ana.
-¿Qué?
-Te quiero.
-Yo a ti más.
[♪ música calma] -Alberto, nos marchamos.
-Gerardo, muchas gracias por todo.
Y Ana ha contado a Gloria lo mucho que han ayudado.
-Sé que tú habrías hecho lo mismo por Cristina si yo faltase.
Y cualquier cosa que necesites, ya sabes de dónde estoy.
-Muchas gracias.
-He pedido que te traigan algo de comer.
-Gracias.
-¿Quieres que me quede?
-No, gracias.
Cristina, de verdad.
[♪ música triste] Estoy bien.
-Buenas noches.
[♪ música triste] -Puede comprobarlo usted mismo, don Alberto, pero como le he dicho al teléfono, no cabe duda, las galerías están en la ruina.
-Espere un momento, es que esto no puede ser.
Es que esto no pega con mi padre.
¿Cómo pudo dejar que las galerías llegaran a esta situación?
-Don Rafael, que en paz descanse, simplemente esperaba mejores beneficios -¿Y cómo pensaba pagar las deudas?
-Con los beneficios de la última colección, un plan más que arriesgado, si me lo permite.
-¿Usted qué aconseja?
-Lo mismo que le aconsejé a su padre.
Encontrar un nuevo inversor o vender.
[♪ música calma] -¿Dígame?
Rita, tienes una llamada.
-¿Yo?
¿Sí?
[♪ música calma] -Rita.
-¿Qué?
Pensé que no iba a volver a verte nunca más.
Luego llaman del hospital y sale tu tío corriendo.
Casi me da un soponcio, Ana, ya me imaginé lo peor.
Siento que no hayas podido irte.
Yo por eso no suelo hacer planes.
-¿Ahora qué vais a hacer Alberto y tú?
-Hazme un favor, anda.
Mira a ver si viene alguien.
¿Me has traído el abrigo?
-Ana, yo no creo que esto sea buena idea.
-Que estoy bien, Rita.
Necesito ver a Alberto urgentemente.
Sé que me necesita.
[♪ música calma] -Pensé que tampoco vendría al oficio.
Como no le veo desde ayer ni a su sobrina tampoco.
-Ana tiene permiso para ausentarse un par de días.
-¿Permiso de quién?
-De don Alberto Márquez.
Puede preguntárselo si quiere, aunque me temo que no es el momento más oportuno.
[♪ música calma] [♪ canto fúnebre] -Te voy a dejar, que está don Emilio, ¿vale?
-¿Qué haces aquí?
Es el hombre al que quiero, y se ha muerto su padre.
-Deberías estar en el hospital.
El médico dice que tienes que descansar.
Está en su gente, Ana.
Su padre ha muerto, pero él va a seguir siendo uno de ellos.
No te equivoques más.
[♪ música calma] -Lo siento mucho.
[♪ música calma] -Le acompaño en el sentimiento.
[♪ música calma] ¡Ana!
!¡¡Ana!
-¡Ana!
¡Ana!
-¡Ana!
-¿Qué está haciendo?
-Eso me gustaría saber a mí.
[♪ música calma] -Debe ser el agotamiento.
-¿Seguro, doctor?
-Es normal.
Lo que ella debería haber estado haciendo es descansar.
-No se preocupe, que yo me encargo de eso.
Te vas a quedar aquí.
-No, me voy a las galerías, Alberto.
-No voy a discutir ahora.
-Alberto, ¿podemos hablar un momento, por favor?
En privado.
¿Hasta cuándo piensas seguir avergonzándonos, eh?
¿No has tenido bastante con lo del cementerio?
Me da igual lo que piense la gente, Gloria.
Lo único que me importa es que Ana esté bien.
-No te lo voy a permitir.
-Esta es mi casa, exactamente igual que la suya.
No le estoy pidiendo permiso.
Ana se queda.
-Ese es el respeto que tienes por la memoria de tu padre, ¿verdad?
-Esto no tiene nada que ver con respeto y no me metas a mi padre en esto.
Esto es amor.
No sé si sabes de lo que te estoy hablando.
-Ah, ¿y tú sí?
-Sí.
Esto es una vergüenza.
-Muchas gracias, Emilio, ya se puede ir.
Y no se preocupe por su sobrina.
Está bien y se quedará aquí esta noche.
-Sabe que desapruebo tanto como usted esta decisión.
-Y por eso espero que me ayude a solucionarlo.
-Emilio, yo le aprecio y a su sobrina también.
-Esta no es manera de hacer las cosas.
-No, y menos en un momento como este.
-Pero me temo que ni usted ni yo vamos a poder hacer nada al respecto.
-Bueno, eso ya lo veremos.
Porque el amor, Emilio, es muy bonito mientras las cosas van bien, pero cuando se tuercen ya no es tan fácil.
-Buenos días, doña Gloria.
-Adiós.
-¡Qué lista Ana, la mosquita muerta!
-Lista ni mi hijita, perdona.
Que ella y don Alberto se quieren.
Es amor sincero.
-Sí, pero hay oportuno, justo cuando acaba de heredar el negocio.
Que ojo, ¿eh?
Que a mí me parece muy bien.
Que si yo pudiera también me casaba con un rico.
Bueno, pues yo soy rico en amor, Clarita.
Que eso es mucho más importante.
-Eso lo dice el que se conforma.
-No, porque o nos toca la lotería o como los Márquez no vamos a ser.
-Igual si tuvieras más aspiraciones... -Bueno, ¿y qué aspiraciones quieres que tenga?
-Ay, pues no sé, Pedro, pero alguna de mejorar.
¿Tú no estás harto de llevar siempre paquetes?
-No.
-¿Lo ves?
Si es que así, ¿cómo vamos a mejorar?
Que es que ni lo piensas, que te puedes morir siendo un vulgar recadero por dos perras mal pagadas.
-¡Clara!
-¿Qué?
¿Qué?
¿Qué?
¿Qué?
¿Clara qué?
¿Ya te vas a poner de su parte para variar?
-Pues tienes toda la razón, ¿eh?, Clara, pero yo soy recadero y a mucha honra.
Que hay mucha gente que querría estar en mi lugar, ¿o no?
-¿Se puede saber qué están haciendo los tres aquí de cháchara?
-Disculpe, don Emilio.
¿Cómo se encuentra Ana?
-Descansando, que es lo que tenía que haber hecho en lugar de ir al cementerio.
-¿Y la han llevado al hospital?
-O sea, ¿puede llamar?
-Clara, estoy seguro de que tiene cosas mejores que hacer que estar aquí perdiendo el tiempo.
-Sí, don Emilio.
-Clara.
-Perdone, don Emilio.
-¿Quién es?
-¿Es tu madre?
-Es la única foto que tengo de ella.
-Qué guapa.
-Esta casa es una casa decente, así que a partir de ahora esta puerta se quedará abierta.
Yo no sé con qué costumbre se habrá criado Ana, pero en esta familia todavía creemos en el respeto.
-No voy a discutir con usted, Gloria.
Por favor, salga y cierre la puerta.
-Ha llamado don Enrique.
Nos espera en las galerías para la lectura del testamento.
-Me voy a tener que ir.
Para lo que sea, me llamas.
Y si no, está Elvira, ¿vale?
[♪ música alegre] Chao.
[♪ música calma] -Buenos días.
El abogado les está esperando.
-Gracias.
-Buenos días, Nieves.
-Buenos días, don Alberto.
Eh.
necesito hablar con usted.
Debería haberlo hecho antes, pero no me parecía buen momento.
Que tengo que contarle algo.
Eh... Me marcho.
Yo no puedo estar ahí sentada esperando que se abra esa puerta y salga su padre.
Han sido muchos años... -Alberto, nos están esperando.
[♪ música calma] Mi padre le apreciaba mucho, Nieves.
[♪ música calma] -Con la conformidad del notario don Gonzalo Valverde, con despacho sito en Madrid Capital y licencia 3,225, procedo a leer el testamento vital de don Rafael Márquez.
"Yo, Rafael Márquez Encinas, en plenas facultades mentales y con la capacidad legal suficiente y necesaria, manifiesto mi deseo de legar en régimen testamentario a mis hijos Alberto y Patricia la casa familiar con usufructo para mi esposa doña Gloria Campos, señora de Márquez.
Así como la casa de verano que lego en propiedad a mi esposa, doña Gloria Campos.
Respecto al negocio familiar Galerías Velvet, el 60 % de las acciones de Galerías Velvet pasa a disposición de don Alberto Márquez, mi hijo, quedando el 40 % restante a repartir entre mi mujer y mi hija.
El resto..." -No me lo puedo creer.
He hecho todo lo que se suponía que tenía que hacer.
Me he quedado a su lado mientras que Alberto estaba en Londres haciendo lo que le daba la gana.
¿Y para qué?
Da igual, siempre ha dado igual.
Cuando él llegaba, yo desaparecía.
-Cariño, tu padre era un buen hombre, pero para él solamente tenías que casarte y tener hijos.
No esperaba más de ti.
-Y encima llega aquí sin tenernos ningún respeto.
A recoger la herencia y a ningunearnos en nuestra propia casa.
-¿Pero es que tú crees que le vamos a dejar que haga lo que le dé la gana?
No, ni Alberto ni muchísimo menos ella.
Vamos.
[♪ música calma] -Señora, ¿necesita algo?
-No, no, no, perdón, solo estaba buscando la cocina para un vaso de agua.
-Don Alberto me dijo que necesitaba descansar.
Vaya a su cuarto, yo le subo un vaso de agua.
-No es necesario, de verdad.
-No se preocupe, es mi trabajo.
Cuando usted era modista no creo que se avergonzara de ello, ¿no?
-No, claro.
-Yo tampoco.
Vuelva a la cama, ahora le subo un vaso de agua.
-Gracias.
-Te has tomado muy en serio lo de que estás en tu casa, ¿no?
-Tienen ustedes una casa preciosa, doña Gloria.
-Voy a cambiarme para la comida.
-Yo también sé lo que es perder a los padres.
Mi madre murió cuando yo tenía nueve años, por eso me tuve que venir a Madrid... -No vamos a ser amigas.
-Bueno, yo solo quería... -Gracias.
Si creías que todos somos como Alberto, no lo somos.
Y tú tampoco eres como nosotros.
Bueno, eso es evidente.
Él también ha debido darse cuenta cuando en vez de hacer público, luego se ha decidido fugarse en mitad de la noche.
Gracias, Elvira, puedes retirar los cubiertos, solo vamos a comer mi madre y yo.
-Muy bien.
-¿Alberto no viene?
-No, se ha quedado trabajando.
Ahora tiene un negocio para él solo.
-Lamentablemente, después de la muerte de mi padre, van a haber muchas cosas que cambien en la empresa y creo que es bueno que ustedes dos estén informados.
-¿Informados de qué, don Alberto?
-De que voy a ser yo quien se haga cargo de la empresa a partir de ahora, y por eso les he llamado.
Quiero que repasemos el estado concreto del negocio.
-Sabe que al igual que su padre, cuenta con todo nuestro apoyo.
-Por eso están aquí.
¿Cuántos pedidos tenemos del último desfile?
-Entre 80 y 100.
Todavía hay algunas clientas indecisas.
-Bien, quiero que en el taller trabajen a tiempo completo.
Estos pedidos se tienen que terminar cuanto antes.
Nuestras clientas tienen que saber que nada va a cambiar después de lo sucedido.
No las podemos perder ahora.
-Tenemos un problema en el taller.
Nos faltan dos modistas.
Despedí a una hace unos días y, bueno... ...la señorita Ana.
-Pues tendrán que hacer un esfuerzo.
Luego ya valoraremos si tenemos que contratar más personal.
Pero de momento que se apañen entre ellas.
Muchas gracias.
Se pueden marchar si quieren.
-¿Así que no se va a París?
-No.
-Me voy a quedar aquí y me voy a hacer cargo de la empresa, tal y como quería mi padre.
-Me alegra oír eso.
-Quería pedirle disculpas, Emilio.
Quizá no me he comportado como es debido con su sobrina.
-Desde luego que no lo ha hecho.
A lo mejor he hecho algo públicamente que le pueda haber molestado, lo siento.
Pero le prometo que a partir de ahora voy a darle a Ana todo lo que se merece.
-Siete años de lágrimas son muchos años y muchas lágrimas.
-Las cosas van a cambiar a partir de ahora, se lo prometo.
-Empiece por hacerlo bien con el legado de su padre.
Buenos días.
-Vas a convertirte en director.
Al final tenía que salir algo bueno de todo esto.
¿Lo ves?
Tu padre creía en ti.
-Vas a ser mi mano derecha, Mateo.
Quiero que estés conmigo en esto.
-Aunque si supiera que ibas a decir algo así, lo más probable es que dejas... -Tampoco conozco a nadie que esté tan loco como tú como para meterse una empresa en ruina solo por un amigo.
-¿Perdona?
-He pedido que en el taller trabajen a tiempo completo para terminar cuanto antes los pedidos del último desfile de mi padre.
Con eso vamos a cubrir parte de los gastos del próximo mes.
Y además quiero pedir un crédito personal al banco, porque quiero empezar a preparar el próximo desfile.
-¿Estás seguro de lo que estás diciendo?
-Mateo, mi padre levantó estas galerías de la nada -Lo sé, lo sé.
Escúchame, por favor.
Vino de Cuba con unos pequeños ahorros que había conseguido trabajando y convirtió una pequeña sastrería en esto.
Se lo debo.
Se lo debo y lo voy a hacer y lo tengo claro.
Estoy dispuesto a hacer los cambios que hagan falta.
Vamos a volver a traer a la gente, joven Mateo, y estas galerías van a volver a ser lo que fueron.
Las mejores.
¡Señorita!
Póngame este vestido, por favor.
-¿En su casa?
-Sí, intenté decir que no, pero... -¿Pero tú eres boba?
¿Cómo ibas a negarte?
-¿Y cómo es la casa?
Impresionante, ¿no?
Y seguro que te tratan como una reina.
-Sí, pero me faltáis vosotros.
Oye, ¿cómo va todo por ahí?
-Pues como siempre.
¿Llegaron ya las telas de Londres?
-No, todavía no.
Mañana a las 10:00.
Doña Blanca quiere que empecemos ya con las estolas.
Eso y otras veinte cosas más.
-Eso es lo único que no echo de menos.
-¡Lucifer, Lucifer, Lucifer!
- Nada más que sus prisas... Te tengo que dejar que ya ha llegado Lucifer.
[♪ música animada] -No quiero excusas.
No quiero quejas ni lloriqueos.
Solo quiero trabajo, trabajo y trabajo.
Se quedarán en el taller las horas que haga falta.
Nada de radio ni café de media mañana ni reuniones en el pasillo.
El único ruido que quiero escuchar es el de la máquina de coser y el de la tijera cortando, ¿entendido?
[♪ música animada] -Doña Blanca, disculpe, ha llegado un telegrama para usted.
¿Ocurre algo, doña Blanca?
-¿Cuándo ha llegado?
-Esta mañana.
-¿Sabe si ha venido alguien preguntando por mí?
-No, que yo sepa no.
De nada, doña Blanca.
-¿Ocurre algo?
¿De quién es ese telegrama?
-Es un encargo de una cliente.
-Qué raro, ¿te encarga un vestido por telegrama?
-La mujer está de viaje fuera de España.
No sé qué tiene de extraño.
-¿Qué haces con eso?
-Nada, estaba... -Estabas hurgando en mis cosas.
-Estaba buscando una aspirina, que me duele la cabeza.
-No tengo aspirina y te pediría que no enredaras en mis cajones.
-¿Pero a qué viene todo esto?
¿Quién le manda los telegramas?
-Son cosas de trabajo que a ti no te interesan.
Anda, vete por la aspirina si no quieres que te empiece a doler la cabeza de verdad.
-Tranquila, ya me voy.
No le molesto más.
-Buenas noches, Elvira.
-Buenas noches, don Alberto.
-Cristina.
¡Qué sorpresa!
-Siento haber venido sin avisarte, pero no pensé que hoy fueses a ir a trabajar.
-Los dejo a solas.
-No hace falta, mujer.
Quédate.
-Solo estábamos hablando mientras no venías, pero ya estás aquí.
-Quería haber hablado contigo después del entierro, pero con todo lo de tu amiga... Espero que esté bien.
-Sí, sí.
Solo fue un desmayo.
Menos mal.
-Me alegro.
-Me marcho ya, no quiero molestar, En realidad solo venía a decirte que... ...si necesitas cualquier cosa, un consejero de negocios, alguien con quien hablar, cualquier cosa que necesites, Alberto, puedes contar con mi familia.
Cualquier cosa.
Yo soy un buen hombro sobre el que llorar.
No hace falta que me acompañes, conozco el camino.
-Cristina, gracias.
[♪ música calma] -¿Cuánto tiempo llevas ahí?
-Poco.
-Alberto, si ve Rita todas estas revistas, le da un infarto.
¿Sabes que solemos ahorrar entre las dos para comprar algunas y ver las colecciones de temporada?
-Eran de mi padre, pero ni él las miraba con tanto entusiasmo.
-¿Cómo ha ido?
-Bien.
Bueno, todo lo bien que puede ir una lectura de testamento.
Ha sido raro entrar en su despacho, la verdad.
[♪ música calma] ¿Y tú qué tal?
¿Qué tal con Gloria y mi hermana?
-Bien.
No.
No encajo en su mundo.
-Yo tampoco encajo.
-¿Y dónde encajamos tú y yo?
Ven.
-Esto es para ti, pero ponte este y te espero abajo en cinco minutos.
-¿Dónde vamos?
-Ya lo verás, pero vas a tener que cerrar los ojos.
[♪ música animada] -Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis... -¿Cuándo me puedo quitar esto?
-Espera, todavía no.
Cinco, seis... ¡Para, para, para, para!
Por aquí no pasamos, ¿eh?
¿Estás viendo algo?
-Que no.
-¿Seguro?
A la de tres levanta las piernas, ¿vale?
-A ver.
-Una, dos, tres.
¡Ay!
¿Seguro que no ves?
-¡Que no!
-A ver, dime la verdad.
Dime la verdad, que es importante.
¿Dónde estoy?
Estás viendo.
-No veo.
-Dime la verdad.
-De verdad.
-No ves.
[♪ música animada] -¿Dónde estás?
-Aquí.
[♪ música animada] Aquí.
No es la azotea, pero espero que te guste.
[♪ música animada] -Es precioso, Alberto.
[♪ música animada] -Gracias.
-Estos días han sido muy difíciles, Ana.
Y me he dado cuenta de muchas cosas con la muerte de mi padre.
La vida es muy corta y depende de nosotros cómo queramos vivirla.
Y tú y yo nos hemos tirado toda la vida huyendo.
Y yo no quiero huir más de nadie, ya estoy cansado de tener que esconderme.
Y si nos vamos a Londres, a París, a Nueva York, donde sea, donde tú quieras, que sea porque nos vamos de viaje, no porque nos estamos escondiendo de nadie.
[♪ música animada] Con este anillo mi padre le pidió matrimonio a mi madre.
Es lo más especial que tengo de ella.
-¿Qué haces Alberto?
-Espera, espera por favor.
Ana.
-¿Sí?
-No, no, un momento por favor, que quiero decirlo bien.
Quiero pasar cada segundo de mi vida contigo, Ana.
Quiero, quiero, quiero ir a París.
Quiero tener cinco hijos, o seis, los que tú quieras, me da igual.
¿Quieres casarte conmigo, Ana?
-Sí, claro.
Claro que sí.
¡Claro!
[♪ música emotiva] Te quiero.
[♪ música emotiva] Te quiero.
[♪ música emotiva] -Voy a volverme loco contigo, Ana.
-¿Qué haces, Alberto?
[♪ música emotiva] ¡Me voy a volver loco!
-Te quiero.
[♪ música emotiva] -No pongas esa cara, que he dormido en la otra habitación, ¿eh?
-Buenos días.
-Buenos días.
Me voy a trabajar.
Que tengo una reunión.
-¿Te veo luego en las galerías?
Quiero ir a hablar con mi tío.
Para decírselo.
-Suerte.
-Adiós.
-Buenos días, doña Gloria.
-¿Has descansado bien?
-Muy bien, gracias.
-Pues me alegro porque no sé si esa tranquilidad te va a durar mucho tiempo.
-Sabía que había deudas, pero ¿en la ruina?
-¿Pero es que Alberto no te ha dicho nada?
Ya, sí, te habrá dicho que son cosas de negocios, ¿no?
Para no preocuparte, como son los hombres.
La verdad es que hemos intentado ser discretos con todo este asunto y lo que no sé es por quién se habrán enterado.
Eso sí, en cuanto los proveedores vean esto, van a empezar a cancelar contratos y entonces sí que vamos a tener problemas de verdad.
¿Cómo es la vida, no?
Un día estás en lo más alto y al día siguiente tu reputación de toda la vida se cae por los suelos.
-¿Cómo se pueden haber enterado?
-No lo sé, no te preocupes.
Mira dónde estamos.
Don Andrés es muy amigo de mi padre, le debe mil favores.
Además, ayer nos dijeron que no iba a haber ningún problema.
-Ayer no estábamos en la portada de todos los periódicos.
Si no nos conceden a este préstamo, estamos hundidos, Mateo.
-Tranquilízate, en media hora estamos celebrando el préstamo y tu próxima boda.
-Pensaba que eso no lo querías celebrar.
Pensabas que habías perdido la cabeza.
-Y lo pienso, pero ¿desde cuándo me pierdo yo una fiesta?
-¿Don Alberto Márquez?
-Don Andrés, ¿cómo está?
-Mucho gusto, Felipe Murillo.
Don Andrés está reunido, tiene una agenda muy ocupada.
Pero tengo su total confianza para tratar este tema.
-Claro.
-Verá, don Alberto, hemos estudiado a fondo la documentación que nos ha enviado, pero tengo... -A ver, sabemos que la prensa ha estado especulando con la situación financiera de las galerías.
-Tenemos recursos de sobra.
Estamos pasando por una mala racha, eso es todo.
-Somos muy ambiciosos con respecto al futuro de las galerías.
-Sí, tenemos un proyecto muy bueno para las galerías.
Estamos convencidos que va a ser un éxito.
No está bien que lo digamos nosotros.
-Va a ser un éxito.
Lo único que necesitamos es un apoyo puntual para poder relanzarlo.
Eso es todo.
-Lo lamento, pero no podemos ayudarle.
-Don Alberto, ¿qué puede decirnos sobre la situación económica de las galerías?
-No tengo nada que decir.
-¿Podrá hacer frente a sus deudas?
-Sí.
Velvet es una empresa seria.
Se rumorea que su padre no sufrió un accidente.
-¿Qué insinúa?
-Quizás no poder hacer frente a las deudas, él decidió... -Mi padre es uno de los mejores empresarios de este país.
Así que, por favor, respete su memoria.
Buenos días.
-Sí, sí, me hago cargo, sí.
Saben sobradamente que somos una casa seria.
Llevamos trabajando con ustedes más de 20 años y nunca hemos tenido el menor problema.
Si ha habido un retraso en el pago de la factura se debe a un imprevisto.
Sí, hablaré con don Alberto.
Buenos días.
¿Cómo estás?
-Muy bien, tío.
He leído los periódicos.
-No eres la única.
-¿Es grave?
-Algunos proveedores han empezado a cancelar los contratos.
Si no nos mandan mercancía, no tenemos nada que vender.
Y si no tenemos nada que vender... -Tío, voy a casarme con Alberto.
Me lo pidió ayer.
¿No me dice nada?
-Me alegro por ti.
-Gracias.
-Don Alberto, está aquí la señorita Rivera.
-Que pase, Nieves.
Gracias.
-Hola.
-¿Te has enterado ya?
-¿Cómo no me iba a enterar si lo sabe todo el mundo?
¿Por qué no me dijiste que era tan grave?
-Porque no lo era, no lo era.
No lo era hasta que alguien se lo ha contado a la prensa y nos lo ha puesto muy difícil para que nos den un crédito.
-Pues llama a otro banco.
-¿Crees que si fuera tan fácil no lo habría hecho ya?
-Oye, Alberto, yo no quiero enterarme de lo que te pasa ni por tu madre ni por la prensa.
Si lo que quieres es una mujer que esté todo el día en casa esperándote perfecta, búscate otra porque yo para eso no valgo.
[♪ música emotiva] -Pensé que el día que te pidiera matrimonio sería distinto, y mira.
-Nunca fuimos una pareja normal.
No lo vamos a hacer ahora.
-Lo siento.
[♪ música emotiva] -Me voy.
Adiós.
-A mí me da igual, no te vayas.
-Adiós.
-Adiós.
-Las deudas ascienden a más de 10 millones de pesetas, se duda que la empresa pueda hacer frente a ellas y se teme que hasta los sueldos de los trabajadores queden retenidos.
-Que nos vamos todos a la calle sin cobrar un duro.
-Yo creo que eso es mentira, no van a cerrar, seguro, si... -Pero no seas inocente, ¿qué nos van a decir a nosotros?
Eso son cosas de los de arriba.
-Vamos a ver, está claro que si nos echan nos tenemos que volver al pueblo porque aquí no tenemos dónde vivir.
-Sí, claro.
Yo no cambio a Madrid por una aldea muerta.
-¿Cómo?
A ver, a ver, a ver, ¿qué vas a hacer aquí?
-Pues me buscaría un trabajo antes de que lo hagan todos los que están aquí esperando a que se hunda el negocio.
-Si fuesen a cerrar, Ana nos lo habría dicho.
-¿Estás segura?
Porque hace un rato que ha llegado y creo que su única preocupación era que todo el mundo viera el anillo que llevaba en la mano.
-Seguro que hay cosas que me preocupan mucho más que un anillo, Carmen.
-Permíteme que lo dude.
Qué pedrusco.
Ni los reyes magos cuando me traían carbón.
Anda, Carmen, vete a dar un paseo, hija.
-Tranquila, os dejo a solas con la Marquesa.
-Alberto me lo regaló antes de que pasara todo esto.
-¿Entonces es cierto?
¿Van a cerrar el negocio?
-No.
Los periódicos siempre exageran.
-Ana, por favor, ¿hay deudas o no hay deudas?
-A ver, no se vende tanto como hace años, pero si ya lo sabíamos todos, ¿no?
Alberto está buscando una solución.
Yo estoy segura de que la va a encontrar.
-Alguien se ha olvidado de bajar estas muestras, como siempre.
-Lo que no encuentra usted en la ronda antes del cierre, ¿eh?
Estamos pensando en brindar por la boda de su sobrina.
¿Nos acompaña?
-¿Con qué vamos a brindar?
-Pues... -Venga, tío.
-No os hagáis rogar.
Quédese con nosotros.
-Voy a cerrar.
Y vuelvo un rato.
[♪ música emotiva] -El desfile del 51, qué buena colección, era una de las favoritas de tu padre.
[♪ música emotiva] -¿Qué está haciendo aquí, Gloria?
-Alberto, hijo, tú no eres el único que está sufriendo la falta de tu padre.
Esto no es fácil para nadie, así que, por favor, no lo hagas tú más difícil.
He estado hablando con tu tía, quiere invertir en el negocio.
[♪ música emotiva] -No.
-Alberto, no estamos en posición de rechazar una buena oferta.
-Si viene de mi tía, sí, mi padre nunca la hubiera dejado entrar en la empresa.
-Tu tía solamente quiere ayudarnos.
-Mi tía no hace nada gratis.
-Eso ya lo sé.
Quiere una parte importante de las acciones.
Pero cubrirá toda la deuda, Alberto.
De verdad, créeme cuando te digo que es un buen plan.
Y sí, formará parte del accionariado, pero tu hermana, tú y yo, seguiremos dirigiendo estas galerías.
Piensa en salvar el negocio.
Es solamente su dinero.
Nosotros seguiremos tomando las decisiones.
Pilar, está hecho.
Alberto ha accedido a vender su parte de las galerías, así que pronto tendrás tu sillón en la junta de accionistas.
Ahora solo falta que tú también cumplas tu parte del trato.
-Espera, Emilio.
-¿Se va?
-Sí, ya no me queda nada más que hacer.
-Bueno.
-¿Todo bien?
-No lo sé.
Esperaba que me lo dijese usted.
Su padre se encargaba de dar todas y cada una de las noticias importantes a los trabajadores.
Especialmente las malas noticias.
-Estoy intentando no tener que dar ninguna mala noticia, Emilio.
-Me alegra saberlo.
Y estoy seguro de que al resto también le alegraría.
Aunque supongo, supongo que es para eso para lo que he enviado a mi sobrina.
-Buenas noches, Emilio.
-Buenas noches.
-Bueno, bueno, bueno.
-¿Y cuando encerramos a doña Blanca en su cuarto para poder ir a ver una película de Sarita Montiel?
¿Os acordáis?
-Es verdad, ¿cómo no me voy a acordar?
Si estuvimos recogiendo hilos una semana entera.
-Sí, pero mereció la pena.
-Pues no lo dirás por la película, que tú estabas en la última fila, no sé si verías mucho.
-Perdón.
-¿Y cuando nos probamos los vestidos del desfile de la noche antes?
-Si nos coge doña Blanca, nos mata a todas.
-Oye, cuando vayas a que te haga la ropa de temporada, pedirás que te atienda yo, ¿no?
-Rita, no seas tonta, ¿eh?
Aunque me case con Alberto, no vas a dejar de ser mi amiga nunca.
-¡Clarita, vamos a bailar!
-No, Pedro.
-Venga, venga, venga, venga, venga, venga, ven, ven.
[♪ música animada] -¿Por nosotras?
-Por ti.
[♪ música animada] -¡Hola!
[♪ música se detiene] No paréis, por favor.
No quiero interrumpiros.
Rita, ¿verdad?
-Sí, don Alberto.
-¿Qué tal?
-Estamos celebrando nuestro compromiso.
Ella, bueno, ya sabes, mi compañera de habitación.
Clara, su hermana.
-Encantada, don Alberto.
-Y Josemi.
-Encantado de saludarle.
-Y a Pedro ya le conoces, ¿verdad?
-Sí.
¿Qué tal, Pedro?
¿Quieren un poco de cidra, don Alberto?
-Claro.
-¿Don Alberto, bailamos?
-No.
-Sí, que soy una experta.
-Venga, suelte conmigo, que yo le hago de maestra.
Que sí, que sí.
-No sé bailar.
-Un, dos, tres y... [♪ música animada] -Estamos muy cerca.
-¿Me lo prestas, Rita?
-Sí.
-Es que no sé bailar.
-¿Qué has hecho en Londres todo este tiempo?
[♪ música animada] -Quiero que todos sepáis que estoy profundamente feliz con esta venta y que es un honor hacerme con el legado de vuestro padre.
Nieves, por favor.
Como veréis, todos los términos vienen reflejados por contrato, así como la cantidad correspondiente a cada uno de los socios para la venta de accionariado.
Una cantidad más que elevada, dadas las circunstancias.
-Sí.
-Tu padre y yo siempre tuvimos diferencias, Alberto, pero no creo que eso os tenga que perjudicar a vosotros, sois mis sobrinos.
El pago de las acciones se realizará del siguiente modo, un primer pago inicial a la fecha de firma de este contrato, es decir, hoy.
Un segundo pago en el mes siguiente a la formalización, sirviendo la cantidad señalada, no solo como pago a los vendedores.
-Doña Nieves, ¿ha salido ya Alberto?
-Eh, no, continúa reunido.
-Gracias, lo esperaré.
-Si leéis en el anexo de la distribución de votos, en las juntas de la directiva, Alberto y Patricia tendrán el mismo número de votos.
-Disculpe la interrupción, don Alberto.
Necesito que firme el envío para los Cortés-Blázquez.
-Tiene que salir ahora mismito, sin falta.
-Perdón, don Alberto.
-Gracias.
-Gracias, Pedro.
-Permiso.
-¿Alguna pregunta?
-¿Entonces solo queda la firma?
Alberto, no creo que tu tía disponga de todo el día para una simple firma.
-Sí.
Una última pregunta, tía Pilar.
-Dime, querido.
-¿Qué va a pasar con los trabajadores?
Llevan años siendo fieles a esta empresa y a mi padre.
-Quiero asegurarme que van a conservar el puesto de trabajo.
Es lo que hubiera querido mi padre.
¿No?
-Y yo creí que precisamente querías hacer las cosas mejor que tu padre, querido.
Tu padre mezcló el corazón con la cabeza en los negocios y mira dónde nos ha llevado.
Cariño, yo estoy segura de que tu tía va a contar con los mejores profesionales para remontar el negocio.
-Hasta mañana, Nieves.
-Hasta mañana.
-¿Lo has firmado?
-No.
-Has hecho lo correcto.
-He hecho lo correcto, pero no sirve de nada.
Seguimos teniendo la deuda.
Si firmo con mi tía, salvo el negocio, pero no a los trabajadores.
Y si no firmo con ella, el negocio se hunde y los trabajadores se van a la calle.
-Nadie se va a ir a la calle, porque tú vas a encontrar una solución.
-¿Cómo?
-No lo sé, pero si fuiste capaz de convencerme a mí que me fugase contigo a París, puedes hacer cualquier cosa.
-Son unas deudas con las que no contábamos, un pequeño problema de liquidez.
Pero usted sabe mejor que yo que las galerías es un negocio sólido y que le devolveríamos el dinero con la mayor brevedad posible y con los intereses que usted considere... -No me ofendas hablando de intereses, Alberto.
Conozco tu familia desde antes de que tú existieras.
-Gracias, don Gerardo.
Mi padre le tenía mucho precio.
-No quiero aprovecharme de vuestras dificultades.
Me interesan más las personas que el dinero.
-Me parece muy bien que lo vea así, de verdad.
Pero yo no me sentiría cómodo si no lo planteáramos con estos términos, es una cantidad importante.
-Mis términos son otros, hijo.
-Usted dirá.
-Diez millones suponen un compromiso para mí y quiero que tú también te comprometas.
Mi hija y tú tenéis la misma edad, la misma educación y sé que os habéis visto en Londres.
Ella está muy ilusionada contigo.
Nosotros formamos parte de tu proyecto y tú del nuestro, una familia, ¿me entiendes?
-No.
No sé si lo entiendo bien.
-Si quieres ese dinero, ya sabes lo que tienes que hacer.
-Lo lamento, don Gerardo, sin desmerecer a Cristina, que es una joven maravillosa, pero... -No creo que yo sea la primera persona a la que recurres, ¿verdad?
Si estás aquí, es porque no quieres que Velvet se convierta en un edificio de apartamentos.
Así que, de algún modo, puede que mi propuesta no sea tan descabellada.
¡Cariño!
¿Cómo hizo el teatro?
-Muy bien, muy bien.
Alberto.
Estaban todos los palcos llenos, estaba todo Madrid.
Padre.
Seguro que te hubiera gustado venir.
-¿Qué habéis visto?
-"Su primer beso".
-¿Qué vas a tomar?
-Un San Francisco.
-Camarero, un San Francisco, por favor.
-¡Pedro!
¿Qué haces aquí?
-¡Lo siento, no vi!
No miro, no miro, no miro.
Te tengo que decir una cosa muy importante.
Me dijo el camarero que vio a don Alberto salir del bar con una cara muy extraña.
Eso quiere decir que no le dejó el dinero, Rita, porque otra cosa no puede ser.
Así que vete preparando para hacer la maleta.
-¿Y tú has hablado con mi hermana?
-Sí, sí, sí.
Ella dice que está convencida de quedarse en Madrid, que o me quedo yo y hacemos una nueva vida o cada uno sigue su camino.
-¿Y qué vas a hacer?
-Quedarme.
¿Pero por qué no te quedas tú también?
-No puedes estar siempre siguiendo a una persona, Pedro.
-Yo pienso que si la quieres, tienes que hacer algo.
Eso de quedarte esperando no sirve para nada.
No, no.
¿Sabes?
Yo siempre he pensado de verdad que si quieres a alguien, tienes que hacer lo que sea para estar a su lado.
Mira a Don Alberto y Ana.
-Sí.
-¿No?
Además, que si no lo hago... ...me arrepentiré durante toda mi vida.
Te voy a echar mucho de menos.
-Y a ti.
[♪ música emotiva] -Perdón.
-Pues sí que ha debido de ir bien.
-Está dispuesto a dejarme el dinero para pagar la deuda.
-Pero, Alberto, eso es genial.
-A cambio de que me case con su hija.
Ese desgraciado se piensa que soy gilipollas como para aceptar un trato así.
-¿Y entonces?
-No sé cómo pagar las deudas, Ana.
Voy a tener que vender.
-Alberto, no puedes hacer eso.
Lo último querría, pero es que no sé qué hacer.
-Todos los que están allí son mi familia.
¿Qué va a ser de ellos?
[♪ música emotiva] Mi tío lleva ahí 30 años.
-No te preocupes por tu tío.
-¿Y Pedro y Rita?
¿Qué van a hacer?
[♪ música emotiva] "Perdóname por lo que estoy a punto de hacer, y por decírtelo así en una carta.
Pero créeme que si te miro a los ojos no voy a poder separarme de ti.
[♪ música emotiva] Y tengo que hacerlo.
[♪ música emotiva] Tú has hecho todo lo que podías por salvar las Galerías Velvet, pero yo aún no.
No puedo casarme contigo.
No puedo hacerlo.
Por lo que deseaba tu padre, por lo que deseas tú...".
-¡Ana!
-"...y por mi tío, y mis compañeras.
Son la única familia que tengo, y no podría perdonarme ser la culpable de su desgracia.
No anteponer mis sueños al de todos los que trabajan en esas galerías ni a los de mi tío.
[♪ música emotiva] Te quiero.
Y eso no va a cambiar.
[♪ música emotiva] Pero mi tío tenía razón, Alberto, soy una modesta y tal vez nunca debí dejar de serlo.
[♪ música emotiva] Dáselo y salva las galerías".
[♪ música emotiva] -¿A dónde vas?
-A recoger tus cosas.
-No me lo pongas más difícil.
-No me voy a casar con Cristina para que la gente conserve su puesto de trabajo, Ana.
-Si harás eso no serías el hombre del que me enamoré.
-Entonces a lo mejor es que no me quieres tanto.
-Es verdad, no te quiero tanto.
-Me dijo Carmen, que don Alberto se llevó uno de los anillos de compromiso más caros que tienen.
-¿Qué pasa?
-Don Alberto al parecer se va a cenar con la señorita Cristina al restaurante ese tan bueno de la calle Capitán Blasco.
-Mi mujer y yo estábamos muy satisfechos con ella, pero por desgracia parece que la han despedido.
-¿Y quiere que...?
-Quiero que la readmitas.
-Les vamos a ir llamando de uno en uno para entrevistarlos.
-Doña Blanca, disculpe.
Es uno de los nuevos empleados.
Viene por el uniforme.
-¿Tú sabes qué le pasa a este cacho con mi novio?
-Yo no.
Ni idea.
-Claro, si no pasa nada.
¿A que no, cuñada?
-No.
-¿Qué está pasando, Rita?
-He hecho una cosa horrible.
-Quería transmitirle a don Alberto mi interés por el puesto de secretaria.
-A ver si con el interés es suficiente.
-El mundo de las apariencias va a hacer que esta empresa vuelva a ser lo que era.
Disculpe, señorita.
-Verás, que estoy pensando en irme a vivir a Barcelona y me había dicho que quizá usted estaría interesado en una cortadora para su taller.
-Quizá en estos últimos años no he estado muy atento o no he sido lo que tú esperabas.
Pero eso va a cambiar.
Cristina.
¿Me concederías el honor de ser mi esposa?
Support for PBS provided by: